En la estación del Metro Sendero, la actividad nunca para. Día y noche, los taxis piratas operan sin descanso ofreciendo viajes hacia los municipios de Salinas y El Carmen, formando una red de transporte que, por su organización, podría hacer palidecer a cualquier servicio oficial. Los conductores de estos vehículos no oficiales se alinean los siete días de la semana, las 24 horas, atendiendo una demanda constante de pasajeros que buscan llegar a sus destinos a precios que varían entre los 25 y 50 pesos.
Pero esta actividad tiene su precio. Cada chofer debe desembolsar 300 pesos semanales para tener el derecho de trabajar entre cuatro y cinco días a la semana. Además de la cuota, la documentación requerida es básica pero esencial: identificación oficial, comprobante del vehículo y un recibo de domicilio para, en caso de emergencia, poder localizar al conductor rápidamente.
En la base, un equipo bien coordinado mantiene el flujo en orden. Los “gritones” no solo acomodan a la gente en los vehículos, sino que también confirman los destinos, asegurándose de que cada pasajero llegue a donde necesita ir. Los conductores, por su parte, hacen paradas estratégicas en cada uno de los 12 sectores asignados, maximizando así sus ganancias que, después de la medianoche, pueden ascender hasta mil pesos diarios.
Durante una visita sin anunciar de ABC Noticias a la estación, se observó cómo los usuarios, en largas filas, esperaban pacientemente para subirse a uno de estos taxis. Entre el bullicio, los choferes paraban en cada sector, recogiendo a nuevos pasajeros, todos bajo la atenta mirada de los coordinadores y los gritones, cuya tarea es tanto organizar como informar.
“Son 300 pesos por semana de cuota, y lo que se necesita es lo básico: tu credencial, el comprobante del carro y de domicilio. Así nos aseguramos de que todo esté en orden para cualquier eventualidad”, comentó un organizador, quien sin saberlo, compartía detalles con un reportero. Este sistema, aunque no oficial, demuestra una eficiencia envidiable, mostrando que, incluso fuera de la formalidad, la necesidad de transporte siempre encuentra su camino.